Se han cumplido dos años desde la
desaparición forzada de 43 estudiantes, pertenecientes a la Escuela Normal
Rural “Raúl Isidro Burgos” y del asesinato de 6 personas en Iguala, Guerrero
aquel 26 de septiembre del 2014 y los hechos no han sido esclarecidos.
La política que el Estado mexicano ha asumido desde la década de los 70, a través de la llamada guerra sucia, ha sido la de la detención, tortura, desaparición y asesinato de luchadores sociales y de quienes se opongan a su régimen, operando desde la clandestinidad. Hoy, esa política se desarrolla cada vez más abierta y se ha marcado más desde aquella noche en Iguala.
La política que el Estado mexicano ha asumido desde la década de los 70, a través de la llamada guerra sucia, ha sido la de la detención, tortura, desaparición y asesinato de luchadores sociales y de quienes se opongan a su régimen, operando desde la clandestinidad. Hoy, esa política se desarrolla cada vez más abierta y se ha marcado más desde aquella noche en Iguala.
Se comprobó, a través del Grupo
Internacional de Expertos Independientes (GIEI) que los cuerpos de los
estudiantes no fueron quemados en el basurero de Cocula, enterrando por
completo la versión oficial de Jesús Murillo Karam, retomando la esperanza y la
incertidumbre en los familiares, ¿Dónde están los 43?. Por el contrario han salido a la luz, miles
de casos de desapariciones forzadas que el Estado el gobierno había omitido por
completo.
La verdad histórica que presentó
el Estado y sus cómplices no resultó creíble, en medio de una sociedad que
sufre día a día la agudización de la crisis del sistema capitalista, en un
periodo donde las reformas estructurales lastimaban su economía y subsistencia.
Las medidas fascistoides del
Estado han generado un hartazgo social, derivando en grandes movilizaciones, sacando
a las calles a miles de personas y sectores sociales que no habían activado en
años.
La juventud asumió nuevamente su
papel, normalistas y universitarios de instituciones como el IPN, UNAM, UACM,
por citar algunos, aglutinados en la Asamblea Interuniversitaria, se
organizaron para tomar sus instalaciones en paros desde 24 a 48 horas.
Derivando de estas acciones, a finales de noviembre del 2014, surge la
Coordinadora Nacional Estudiantil desde las instalaciones de la Normal Rural de
Ayotzinapa. El magisterio mexicano aglutinado en la CNTE, también tomó las
calles por la exigencia de la presentación con vida de los estudiantes e
hicieron lo propio diversas organizaciones sociales en todo el país.
En medio de todo esto, el
gobierno de Enrique Peña Nieto se ha tambaleado, debido a la presión y ha
tenido que abrir diálogo. A pesar de haberse reunido con la comisión de los
padres y madres de los 43, no se han cumplido los acuerdos pactados, dejando en
claro que para el Estado burgués, no le interesa el pueblo, por el contrario,
sí defender sus narconegocios y concesiones ilegales de minas, interviniendo
incluso con la policía y el ejército mexicano.
Han transcurrido 24 meses y han
rodado cabezas como las de José Luis Abarca y el ex procurador Murillo Karam,
simples piezas serviles al gobierno, el GIEI se ha retirado de México y pese a
la presión internacional de grupos que se han solidarizado con Ayotzinapa en
diversos rincones del mundo, nada ha cambiado, los procesos jurídicos siguen
estancados a conveniencia del gobierno.
La represión en contra de las
normales rurales, en su búsqueda por desaparecer a lo que ellos llaman “la cuna
de guerrilleros” ha encrudecido. Sabemos que del normalismo han surgido grandes
revolucionarios como Lucio Cabañas y Genero Vázquez Rojas; que su formación
Marxista-Leninista ha permitido formar profesores comprometidos con su realidad
social y que en los pueblos son reconocidos como líderes; sin duda, toda una
amenaza para los intereses de la burguesía.
El pueblo ha cerrado filas, han
surgido referentes de unidad como la Asamblea Nacional Representativa y la
Convención Nacional Popular, el EZLN ha respaldado de lleno a los familiares,
miles de maestros de la CNTE, han hecho lo propio cada 26 de cada mes,
marchando y bloqueando carreteras desde sus regiones, los estudiantes han hecho
lo propio.
Es cierto, la propaganda al
servicio de la burguesía, sus medios de comunicación, Televisa, TV Azteca han
hecho lo imposible junto al gobierno por que el pueblo olvide este atroz hecho
manteniéndose en la impunidad como ha sido con Tlatlaya, con Acteal, Atenco,
Aguas Blancas, de las muertas de Juárez, la Guardería ABC, de la más de 50 mil
víctimas de la guerra contra el narcotráfico, con el más reciente crimen de
Estado en Nochixtlán Oaxaca, todo esto plasmado en aquel mensaje que dejaron
grabado en el rostro del joven estudiante, Julio Cesar Mondragón.
A pesar de ello, de Ayotzinapa a
la fecha, de la memoria que prevalece en
el pueblo, de la indignación y la rabia de las 43 familias y de millones
de mexicanos que adolecen las políticas del régimen ¡Quisieron enterrarlos, pero no sabían que
eran semilla de la revolución!