Hoy se conmemora un aniversario más del grito de “independencia” de México. Para el Estado mexicano, significa hacerse de jugosas ganancias, pese a la crisis del sistema capitalista, para el pueblo es remar contra corriente ante la pérdida de soberanía nacional que vienen menguando los agentes del imperialismo en el país. La burguesía y sus personeros en las cámaras de diputados y senadores se han encargado de reformar la constitución y vender por partes los recursos de nuestro país, pasando a manos privadas la energía eléctrica, le petróleo, el gas, litorales, mantos acuíferos  y minas que se encuentran bajo el dominio de empresas extranjeras.
Sin más que agregar que la presente reforma laboral ha venido a beneficiar a las grandes corporaciones transnacionales que ven con buenos ojos la pérdida de derechos laborales de la clase trabajadora. Aunado a la reforma educativa en aras de privatizar la educación – recomendaciones de la OCDE – y que la salud va por el mismo camino.
Todo esto en el marco de una creciente ola de violencia generalizada en todo el país. El terrorismo de Estado ha perpetrado y sacudido al proletariado mexicano. Vemos detenciones de líderes sociales, desapariciones forzadas de estudiantes y periodistas, el aumento de feminicidios, el excesivo uso de paramilitares para desplazar a los pueblos originarios. persecuciones y represión hacía jornaleros y despido masivo a quienes se opongan a las políticas impuestas por el Estado burgués.
Los más recientes casos y ante el desplome de la “verdad histórica” han sido la desaparición forzada de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, que continua el acecho con la masacre de Tlatlaya, Apatzingán y Narvarte, los ataques a Ostula. Sin olvidar el hecho de que se ha desplegado todo un operativo con miles de agentes de la Policía Federal en varios de los Estados donde hay mayor descontento, actuando como provocadores y contribuyendo a la represión y criminalización de la protesta social. México se pinta de un tono fascistoide sin lugar a dudas.
En medio de todo esto, no podrían faltar los recientes escándalos de los politiqueros, con sus casas blancas, obras elefante, desvío de fondos del erario público y contratos entre amigos que caracterizan el la corrupción entre sus filas, denotando la descomposición del Estado. Hasta la democracia que les otorga legitimidad  se cae a pedazos con los grandes fraudes electorales que han generado efervescencia y descontento hasta dentro de los sectores de la pequeña burguesía. Elecciones que se han convertido en las más deslegitimadas de la historia.
Esto abre paso a que el pueblo tenga que organizarse a través de policías comunitarias, a través de asambleas populares, que cada día se incremente el descontento y la rabia entre los sectores populares, donde los campesinos dejan su arado para bloquear carreteras por más recursos, contra la corrupción de sus gobernantes, que en las ciudades salgan a manifestarse contra la mala infraestructura y servicios en pésimas condiciones, los estudiantes a reclamar el pago de las becas y por hacerse de un espacio en la universidad, los maestros a defender sus derechos laborales y los obreros por mejores condiciones dentro de los centros de trabajo.
Es por ello que, debemos articular fuerzas bajo la perspectiva de un frente único de todo el pueblo, seguir abonando a consolidar la Asamblea Nacional Popular y la Convención Nacional Popular como directriz del movimiento organizado en todo el país. Seguir ensayando la ruta hacía la Huelga Política General para el 26 de septiembre con el fin de tirar al régimen de Enrique Peña Nieto y sus Reformas Estructurales Neoliberales.
México no tiene nada que festejar, ni perdonar, ni olvidar. Que estas fechas sirvan para acrecentar el descontento y la lucha organizada en las calles.